
La cárcel perfecta es aquella donde el menor número de guardianes puede controlar al mayor número de reclusos. La cárcel perfecta es esa donde el prisionero no sólo cumple su condena sino que rehabilita su comportamiento. La cárcel perfecta es el Panóptico, de Jeremy Bentham. En 1791, este filósofo inglés diseñó una prisión muy distinta a los siniestros calabozos o torreones de la época. El Panóptico era un edificio circular con una torre central de vigilancia. Según sus planos, el anillo exterior estaría dividido en celdas con tres paredes opacas y una cuarta, la que mira al interior, enrejada. Los prisioneros, de este modo, no podrían verse entre sí. Pero desde la torre, mediante un sistema de espejos, los carceleros podrían observar sin ser vistos a los reclusos en todo momento, en cada rincón de sus celdas. Los prisioneros nunca sabrían si alguien estaba mirando, por lo que estarían en permanente tensión.
Bentham presumía de que, al cabo de un tiempo, se podría sustituir a los carceleros por algún automatismo que, simplemente, simulase el sonido de sus pasos. Pero no sólo se trataba de ahorrar en carceleros. Su cárcel era un modelo de reinserción. El filósofo inglés aseguraba que los prisioneros, después de una larga temporada en el Panóptico, seguirían actuando al salir de prisión como si siempre tuviesen el ojo de la ley en el cogote.
El Panóptico nunca llegó a construirse. La corona inglesa estaba más preocupada en aquel tiempo por Napoleón que por reformar presidios. Pero sus planos inspiraron después las llamadas cárceles modelo, como la de Barcelona o la de Madrid. Un siglo más tarde, la llegada de las cámaras de vídeo acabó con la necesidad de una estructura circular o poligonal. El diseño del Panóptico dejó de tener sentido. Pero las teorías de Bentham sobre el comportamiento humano cuando un ojo vigila se volvieron más valiosas que nunca.
Las ideas de Bentham inspiraron también a otro londinense: George Orwell y su Gran Hermano. El Panóptico es, sin duda, algo muy británico. Los ingleses siempre han estado en la vanguardia de la videovigilancia. Si hoy caminas por el centro de Londres, cada diez segundos una cámara diferente grabará tu paseo. En la ciudad más vigilada del mundo hay alrededor de medio millón de ojos electrónicos. Tocan a 14 londinenses por cada cámara.
Hace unas semanas, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, viajó a Londres para entrevistarse con su homólogo londinense, Ken Livingstone. Entre otras cosas, el alcalde neoyorquino se mostró interesado en replicar en su ciudad una red de videovigilancia como el llamado anillo de acero londinense. “En estos tiempos hay que ser muy ingenuo para pensar que las cámaras no te están vigilando todo el tiempo”, dijo Bloomberg a la salida de la reunión. “Vivimos en un mundo peligroso y la gente desea tener cámaras de seguridad”. Como de costumbre, es por nuestro bien.
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