
“Se puede violar a un ser humano, con violencia física o violencia política, pero no se le puede poseer por completo”, se lee en El libro de un hombre solo, novela de Gao Xingjian –Premio Nobel de Literatura 2000–, en la que un reconocido artista chino exiliado en París, evoca, con una sensibilidad que no hace concesiones al melodrama, los años en que le tocó vivir la llegada y propagación de la Revolución ¿Cultural? en su país, y cómo esta labor de apropiación material, ideológica y hasta espiritual ejercida por el gobierno de Mao –rayana en el fanatismo religioso–, va estrangulando la libertad no sólo de acción sino de pensamiento. Un Estado que convirtió a una milenaria nación en un territorio de espías y traidores, de temerosos y arribistas: un país de siniestros solitarios. La novela, publicada por primera vez en 1999, es la memoria de un artista que aprendió a resistir la pesadilla política sin perder la dignidad de pensar libremente. El lector que se asome a esta obra no sólo comprenderá lo que significó –y significa aún– la revolución socialista en China, sino, para mayor estremecimiento, lo que pueden emprender sus clones revolucionarios en otros países no tan lejanos, pero igualmente sometidos a los delirios de una izquierda retrógrada.
Gao Xingjian nació en 1940 y creció con la invasión japonesa a su país. Desde su infancia fue exhortado a escribir, a pintar y a sentir la música a través de un bellísimo instrumento, el violín. Por eso Xingjian es novelista, poeta, dramaturgo, director de teatro y pintor magnífico que emplea la tinta para la mayoría de sus trabajos, alguno de los cuales adornan sus propios libros.
En el año 2000 recibió el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el primer autor chino galardonado, pese a que posee la nacionalidad francesa. Al país galo llegó en 1987 exiliado, tras haber sufrido la persecución de su obra cuando abandonó el Partido Comunista Chino y pasó a la disidencia.
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