miércoles, 5 de marzo de 2008

El canto del cisne por Buñuel en Mi último suspiro.

El siguiente texto fue escrito por Buñuel poco tiempo antes de morir (1983) y resulta un texto sumamente actual en estos tiempos donde la teconología y la información se han apoderado del mundo. Es interesante como desde aquellos años Buñuel ya veía venir sus cuatro jinetes de la Apocalipsis, un texto para reflexionar en los cambios producidos en las ultimas décadas.

Según las últimas noticias poseemos en la actualidad bombas atómicas suficientes no sólo para destruir toda vida sobre la Tierra, sino también para hacerle a esta Tierra salirse de orbita y enviarla a perderse, desierta y fría, en las inmensidades. Me parece espléndido, y casi siento deseos de exclamar: <<¡Bravo!>>. Una cosa es ya cierta: la ciencia es la enemiga del hombre. Halaga en nosotros el instinto de omnipotencia que conduce a nuestra destrucción. Una encuesta reciente lo demostraba: de setecientos mil científicos <> que en la actualidad trabajan en el mundo quinientos veinte mil se esfuerzan por mejorar los medios de muerte, por destruir a la humanidad. Solo ciento ochenta mil trataban de hallar métodos para nuestra protección.

Las trompetas del Apocalipsis suenan a nuestras puertas desde hace unos años, y nosotros nos tapamos los oídos. Esta nueva Apocalipsis, como la antigua, corre al galope de cuatro jinetes: la superpoblación(el primero de todos el jefe, que le enarbola el estandarte negro), la ciencia, la tecnología y la información. Todos los demás males que nos asaltan no son sino consecuencias de los anteriores. Y no vacilo al situar a la información entre los funestos jinetes. El último guión sobre el que he trabajado, pero que nunca podré realizar, descansaba sobre una triple complicidad: ciencia terrorismo, información. Esta última, presentada de ordinario como una conquista como un beneficio, a veces incluso como un <>, quizá sea en realidad el más pernicioso de nuestros jinetes, pues sigue de cerca a los tres y sólo se alimenta de sus ruinas. Si cayera abatido por una flecha, se produciría muy pronto un descanso en el ataque a que nos hallamos sometidos.

Me impresiona tan intensamente la explosión demográfica que con frecuencia he dicho -incluso en este libro- que sueño a menudo con esta catástrofe planetaria que eliminase a dos mil millones de habitantes, aunque estuviera yo entre ellos. Y añado que esa catástrofe no tendría sentido ni valor a mis ojos más que si procediera de una fuerza natural, terremoto, epidemia desconocida, virus devastador e invencible. Yo respeto y admiro a las fuerzas naturales. Pero no soporto a los miserables fabricantes de desastres que cavan todos los días nuestra fosa común diciéndonos, hipócritas criminales: <>.

Imaginativamente, la vida humana no tiene para mi más valor que la vida de una mosca. Prácticamente, respeto toda vida , incluso la de la mosca, animal tan enigmático y admirable como un hada.

..........continua en http://www.palabrasmalditas.net.......

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