El Rey Juan Carlos tiene un importantísimo papel que desempeñar en un momento en que nos jugamos la unidad nacional. El problema reside en la oligarquía económico financiera madrileña. ¿Qué ejemplo ha dado, puede dar, este Madrid convertido en un gran lodazal a unas periferias que han decidido jugar por su cuenta? Las ramas del árbol están podridas porque el tronco se pudrió antes.
Por Jesús Cacho
Se lo advirtió José María Gil Robles en La Zarzuela, tres meses antes de morirse Franco, cuando el entonces Príncipe le consultó, «¿a quién crees tú?», que, muerto el dictador, debería encargarle enterrar la dictadura y alumbrar la democracia. Y Gil Robles respondió que no le podía dar nombres, empeño absurdo, pero debería ser alguien que no hubiera tenido nada que ver con el Régimen, alguien con absoluto pedigrí democrático, porque en caso contrario se volvería en su contra andando el tiempo. «Y mucho cuidado con los paracaidistas azules», advirtió. A punto de cumplirse 30 años de la muerte de Franco, el episodio del Estatuto catalán, como antes el Plan Ibarretxe, no hace sino poner de manifiesto un fiasco colectivo, el fracaso de la Transición, de la salida amañada del franquismo. Se mire por donde se mire, la realidad española de hoy es la de un país que no ha conseguido articularse, de vertebrarse en torno a un proyecto sólido y solidario de convivencia, incapaz de compartir idearios y metas comunes, con una periferia que tira del centro por los cuatro costados como un grupo de fieras que luchan por repartirse los despojos de un rumiante en la sabana africana.
...............continua
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