
La pesadilla de Darwin es un film crudo, lleno de detalles y aderezado con una extraña mezcla de la resignación y la dignidad que destilan los protagonistas entrevistados, a los que el director consigue acercarse con asombrosa facilidad. Consigue estar lo suficientemente cerca de pilotos, políticos y propietarios de fábricas procesadoras de filetes para mostrarlos no como villanos sino simplemente como personas que intentan sobrevivir. Precisamente esto es lo que hace el visionado del film más revelador: permite experimentar la brutalidad de las injusticias desde múltiples ángulos con personas "normales", cercanas como protagonistas. Y revelador; después de la dureza de estos 107 minutos, difícilmente alguien puede quedarse sin reaccionar.
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