miércoles, 9 de mayo de 2007

Francisco Umbral - Memorias Eróticas



LOLA

-Prógre es la que, mientras se quita las bragas, te pregunta como va lo de Pakistán.

-El pelo de Lola, pelo de loba que se lo ha dejado crecer, con olor a monte y a crimen. Los ojos de Lola, puros e irónicos, ojos de cómica, muy pintados y muy grandes, negros, la nariz de Lola, perfecta, la boca, la lengua de Lola que viajaba por mi cuerpo como Caperucita por el bosque (el lobo se supone que era la picha), dejándome un celestial rastro de saliva en el cuello, en el pecho, en el ombligo, en el culo, en el glande. En el forro de los cojones, que los canónigos llaman escroto, me parece.

Lola, Lola Machado, la mujer mas dispuesta a ser feliz que he conocido, lo tenia todo redondo, el culo, la cama y la bañera, de un oro sospechoso y que hacia agua.

-Mi glande, dentro de su boca, era una rosa que se abría a mil sensibilidades inéditas, a plurales disfrutes jamás conocidos: mi glande, en su boca, era el capullo de un ángel en la boca de una Virgen.

-El cielo ardía en llamas azules, la noche se quemaba en el bisel rosa del tiempo, los cuerpos sabían a sal y a eternidad. Éramos tan felices.

-En mis labios de decir versos y cosas eruditas, perfuma inesperadamente, en una noche culta y cualquiera, el sabor antropófago, caliente e infantil de tu irrecuperable vagina.

LICARIA

-Una mañana se levanto en clase, en la Universitaria, contra el profesor que explicaba Garcilaso. El profesor era poeta nombrado, hombre grande y flojón, hombre bueno y dentón. Licaria fue y le dijo:
Usted no tiene ni puta idea de Garcilaso. No esta diciendo usted mas que tonterías de diccionario. Usted no ha entendido a Garcilaso o no lo ha leído.
Al profesor, premio Adonáis en su juventud, se le paro el corazón y la expulso de clase por una semana. A la semana volvió y se siento en primera fila, con minifalda. Debajo no llevaba nada, si no el coño al aire. Cuando el profesor poeta, a través de su miopía, vislumbraba el puvis de sombra de la niña, le fallaron las lecciones, le fallo la vida y le fallo el corazón: Licaria según me contó, ensayaba toda clase de posturas con las piernas abiertas o cruzadas, para que el tipo se enterase bien.
Finalmente en la tartamudeante clase, al profesor le dio el aviso de infarto y dejo caer la cabeza grande sobre el secante de la carpeta. Licaria se había propuesto matarle, pero la cosas quedo a medias.