jueves, 12 de abril de 2007

La obra de Dios

"El hombre se tomó su tiempo para sacar de la bolsa una especie de collar de perro adornado con centenares de delgadas puyas. Me lo entregó, se puso de pie para explicarlo con mímica, y me dictó una de las normas que debía seguir en adelante, hasta que la muerte marcara mi tránsito hacia el cielo: "Lo usamos dos horas al día, en el muslo, lo más apretado posible". Mi cara de pánico lo dijo todo. Ni siquiera tuve palabras para agradecerle que me estuviera haciendo partícipe de uno de los secretos de la congregación. Me levanté, fui al baño, me bajé los pantalones y me puse el cilicio por primera vez. Dolía. Por supuesto que dolía. Salí de allí cojeando y entré a la capilla para ofrecerle mi dolor a monseñor Escrivá. Cuando me arrodillé, la tensión de los músculos hizo que las puyas me hirieran con más fuerza. Cuando me senté, la madera oprimió el collar de castigo contra la piel."
Sigue leyendo el realto de Fernando Quiroz, ex miembro del Opus dei http://www.theblog.es/

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