En el coche, el susodicho llevaba un par cuchillos de largo porte, una maza “de las que hacen daño” y dos maletas llenas de ropa robada de El Corte Inglés, con el chip antirrobo puesto. Cuando le pidieron la documentación, El Chino tiró de pasaporte belga falso a nombre de Yussef Ben Salah, cuya autenticidad no se pudo confirmar porque cuando se trata de no residentes que no tienen NIE (número de identificación de extranjeros), la base de datos de a Guardia Civil se encoge de hombros.
Los guardias civiles, siempre abnegados en el cumplimiento del deber, le registraron también a él y apreciaron que llevaba un fajo de billetes de 50 euros “del grosor del dedo índice” y comprobaron, además, que les tomaba el pelo cuando les decía que venía de Bilbao de ver a su hermana porque era incapaz de mencionar en qué calle vivía. Para completar su tarea inspectora, constataron que el BMW no era suyo: “nos contó que era de un cuñado o de una hermana, no me acuerdo bien”.
¿Que qué hicieron nuestros pundonorosos guardias civiles con aquel sospechoso que conducía un coche que no era suyo, cuya identidad no se podía acreditar, que llevaba unos cuchillos ilegales y una maza, ropa robada a tutiplén, un grueso fajo de billetes y les insultaba? Pedirle una grúa –el móvil de Ahmidan no tenía saldo- para que a primera hora de la mañana le transportaran a él y al BMW a Lavapiés o a Vallecas, que en eso los agentes no se han puesto de acuerdo. Tanto huella dejó en ellos que, tras los atentados, le reconocieron de inmediato al ver su foto en los periódicos.
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